El hogar es el sitio al que se vuelve siempre, allí se regresa porque es donde se está a gusto. Allí se está como uno es, allí se descansa, allí se viven mil incidencias insulsas que de tan minúsculas ni las recordamos y ni siquiera vale la pena relatar. No obstante, Mónica no sólo las recuerda, sino que las repasa. Su volver sobre ellas, su regodeo en sus formas, su esfuerzo por perpetrarlas, tallarlas, estamparlas, repetirlas es una pasión recurrente y edificante.
En esas repeticiones, no sólo va agotando las posibilidades de cada placa, sino que va descubriendo nuevas reformulaciones. Cada hallazgo le lleva a otro y cada uno, con su gran potencia, queda apresado en una impresión diferente. En esta muestra hay 48 placas distintas de un mismo formato. Las 8.5 x 8.5 pulgadas uniforman las secuencias; los motivos, imprimen las diferencias.
Sus temas -las herramientas, los órganos vitales, los sanates, los árboles, las flores, las conchas, las manos y una barriada- son tratados con la misma reverencia: todos están articulados por el hilo invisible de habitar y vivir en un espacio. Mónica vuelve sobre ellos para convocar el espíritu de lo diario que suavemente se le somete y asume esa grandeza sin espectáculo que subyace en lo que habitualmente nadie repara.
En ese repetir e insistir en lo que le rodea, Mónica ha alcanzado una poesía de lo escueto que se ensancha en los plexos infinitos de lo cotidiano.
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